Hablando de niños by Carlos González

Hablando de niños by Carlos González

autor:Carlos González [González, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Hogar, Salud y bienestar
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-09T00:00:00+00:00


Dickens no está faltando al respeto al llamar «idiota» a su personaje, ni lo verían así sus lectores en el siglo XIX. Aunque es el narrador de la novela el que usa la palabra, probablemente la misma madre pensaba en su amado hijo como un idiota. Yo aún llegué a estudiar en la facultad de Medicina, a finales de los setenta, las definiciones médicas de imbécil e idiota (pero solo como curiosidad histórica, pues los términos ya no se usaban en medicina). Lo único que puede reprocharse a Dickens es usar los términos de forma poco cuidadosa, pues idiota es el grado más grave de retraso. Barnaby, capaz de comunicarse y trabajar, sería técnicamente un imbécil.

Nadie se atrevería hoy a usar «imbécil» como diagnóstico o como término descriptivo. De hecho, jamás llamaríamos imbécil o idiota a alguien que realmente tuviera un retraso mental; solo usamos esas palabras como insultos para personas de inteligencia normal.

Cuando yo era niño, el término oficial, el políticamente correcto, el que usaban periodistas, educadores, padres y médicos, era «subnormal». Pero ya los niños, cuando nos peleábamos, empezábamos a usar «subnormal» como insulto. Hoy, un médico ya no puede usar ese término; explicar a una familia que «su hijo es subnormal» es tan impensable como «su hijo es imbécil». Surgieron nuevos eufemismos: «discapacitado», «minusválido», y a los pocos años cada uno de ellos produce oleadas de indignación. «¡Cómo que mi hijo no es capaz!». «¡Cómo que mi hijo es menos válido que otros!». He usado más arriba «retrasado», consciente de que ya es un término obsoleto, y temeroso de que algún lector se pueda ofender. Pero es que los términos más actuales, «capacidades especiales», «niño no estándar», «diversidad funcional» me resultan difíciles de incluir en una frase normal; y, de todos modos, se considerarán ofensivos dentro de diez o quince años.

Porque el problema es que cuando la sociedad desprecia a un grupo de personas, cualquier nombre o adjetivo que se le aplique acabará siendo insultante. Y cuando no existe desprecio, cualquier nombre sirve. El error, creo, es pensar que cambiar el nombre, sin cambiar nuestra actitud hacia las personas, va a servir de algo.



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